Un mundo sin #
Hola, buenas tardes. Mi nombre es César Urbina, venezolano, abogado, debatiente, fui jefe del equipo de debate "Legis" durante 2 años, recreador durante 8 años, actualmente soy coordinador de logística, migrante…
Generalmente,
cuando hacemos un taller, un discurso, una charla, una clase, un escrito o
cualquier cosa de nuestra autoría; tendemos a presentarnos con todo lo que
avale la razón por la cual estamos haciendo esa actividad. Es nuestra carta de
presentación, una pequeña introducción de nuestros logros, resumidos en
pequeñas etiquetas, que le dan un contexto a todo la información que vamos a dar de seguida.
Durante mi carrera
en la universidad, muchos profesores tendían a presentarse con cualquier cantidad
de títulos obtenidos, reconocimientos o actividades realizadas. Otros
profesores no daban pie con tal presentación, más bien, se aventuraban con una
introducción o un cuestionamiento sobre la materia o el tema a tratar ese día.
En el
debate que practico, algunos debatientes empiezan sus discursos con su nombre,
el rol que desempeñarán y un esquema de lo que van a hacer durante el discurso;
otros prefieren comenzar con una frase o hecho impactante que funge como
abreboca del discurso que van a desarrollar luego.
Ante estas
dos situaciones, tenemos un público expectante. En la primera, un grupo de estudiantes
que queda impresionado con la retahíla de títulos y esperanzados con la
justificación de estos, y un panel de jueces contando el tiempo invertido en la
presentación y esperanzados con escuchar los argumentos del orador. Por otra
parte, tenemos al mismo grupo de estudiantes y panel de jueces con información preliminar
del temario o del discurso que se va a desarrollar a continuación.
Y no es que
esté mal una u otra forma, solo es cuestión de identificar el fin buscado por
la persona que utiliza uno u otro recurso. Particularmente, soy partidario de utilizar exordios que introduzcan el tema a tratar en lugar de una inerte presentación personal. En debate, dado que la finalidad de mi discurso es convencer a un panel de jueces que mi caso es el más impactante y probable, considero que hacer una presentación con mi nombre, rol y estructura, es una pérdida de tiempo (considerando que tengo solo 7 minutos para lograr mi objetivo). Asimismo, en las clases que he impartido en alguna oportunidad, abrir la mente del receptor con una duda del tema, ha sido el recurso que ha resultado más eficaz para atraer al público. Luego, si lo que dije fue de interés, seguramente ese público receptor indagará sobre esa presentación personal que me salté.
Durante largo
tiempo me he planteado la interrogante: ¿sería posible un mundo sin etiquetas?
Solemos
utilizar las etiquetas no solo para presentarnos, sino para identificarnos con
un grupo, un gremio, en definitiva, para tener un lugar en la sociedad. Llegamos
a un lugar y pensamos ¿dónde pertenezco?, empezamos a sondear grupos, evaluamos
posturas, conversaciones, entre otros, y comienza la tarea de etiquetar. Una
vez etiquetada toda la reunión, buscamos nuestro lugar en ella, nos identificamos
con unos y rechazamos a otros, como una especie de “Tinder mental”: a unos los
paso para la izquierda, a otros para la derecha, a otros hacia arriba, y así
creo mi red social.
También utilizamos
las etiquetas para posicionarnos - o posicionar a los demás - por encima o por
debajo de otros. Entonces, ¡qué asombroso el médico! y ¡pobrecita la ama de
casa! O, tomando algo que leí en otro blog, podríamos concluir ¡qué asombroso Steve
Jobs! Y ¡pobrecita Joanna Hoffman!1
Sin
embargo, cuando hacemos esta actividad de selección, puede que nos perdamos de conocer
personas que quizá tengan una cualidad impresionante que no logramos
identificar por la superficialidad de la selección o, puede que pase lo
contrario, rodearnos de personas que no agregan valor a nuestra vida.
Esa preselección
basada netamente en prejuicios es el motivo de mi cuestionamiento, durante todo
este tiempo, sobre la necesidad de las etiquetas.
Y si tachara
todo lo que viene después de mi nombre en el primer párrafo: César Urbina, venezolano,
abogado, debatiente, fui jefe del equipo de debate "Legis" durante 2 años, recreador durante 8 años, actualmente
soy coordinador de logística, migrante… ¿Seguirías leyendo?
Bueno,
espero que sí.
Sería asombroso que todos nos presentásemos así, sin más. Imaginemos un mundo donde podamos ver a cada persona a los ojos y, a través de ellos, vernos a nosotros mismos; sin juicios de valor, sin intereses personales, sin sesgos, sin prejuicios... Solo con la esencia humana que nos hace compartir la misma identidad, para luego descubrir seres increíbles y, al mismo tiempo, descubrir lo increíble de nuestro propio ser.
Sin embargo, hay situaciones y contextos sociales que necesitan encasillarse, así como personas que necesitan identificarse de alguna manera y el mero calificativo se convierte en una etiqueta. Por ejemplo, si quiero crear una fundación enfocada en los niños, el mero calificativo "niño" es una etiqueta necesaria para enfocar los beneficios de la fundación. Si debo caracterizar una situación desagradable, una insignificante palabra como "patético" se convierte en una etiqueta. Si quiero que la gente llegue a mi blog por una búsqueda rápida, la etiqueta de una palabra clave es fundamental.
Entonces, ¿es la etiqueta esencialmente mala o es el prejuicio que le colocamos a la etiqueta?
Sería asombroso que todos nos presentásemos así, sin más. Imaginemos un mundo donde podamos ver a cada persona a los ojos y, a través de ellos, vernos a nosotros mismos; sin juicios de valor, sin intereses personales, sin sesgos, sin prejuicios... Solo con la esencia humana que nos hace compartir la misma identidad, para luego descubrir seres increíbles y, al mismo tiempo, descubrir lo increíble de nuestro propio ser.
Sin embargo, hay situaciones y contextos sociales que necesitan encasillarse, así como personas que necesitan identificarse de alguna manera y el mero calificativo se convierte en una etiqueta. Por ejemplo, si quiero crear una fundación enfocada en los niños, el mero calificativo "niño" es una etiqueta necesaria para enfocar los beneficios de la fundación. Si debo caracterizar una situación desagradable, una insignificante palabra como "patético" se convierte en una etiqueta. Si quiero que la gente llegue a mi blog por una búsqueda rápida, la etiqueta de una palabra clave es fundamental.
Entonces, ¿es la etiqueta esencialmente mala o es el prejuicio que le colocamos a la etiqueta?
Finalmente resolví que, si bien es cierto que
no podemos prescindir absolutamente de las etiquetas por ser parte de nuestro
desarrollo en la sociedad, podemos tratar de simplificar esa presentación al
mundo, para mostrarnos tal cual somos, sin tratar de encajar en algún lugar, ni
buscar reconocimiento de otros… La autenticidad no es clasificable por cuanto nuestra
esencia no tiene etiqueta.
Me ha encantado llegué por casualidad, migrante venezolano en Perú, si bien como decías, las etiquetas de volvieron lo normal, excluyentes en muchos aspectos pero necesarias, somos humanos y ya de por sí es una etiqueta impuesta para diferenciarnos ya que al manejar la razón nos mantenemos en cierto estatus, necesarias para mantener un orden social, un equilibrio y un claro ejemplo los círculos sociales ya sea amistades, familiares u compañeros de trabajo las personas se unen con más afinidad a un grupo reducido de cada círculo social dónde se vean marcados más sus intereses.
ResponderEliminarHola Daniel. Gracias por tu comentario. He respondido casi 3 años después. Había dejado este blog en el olvido. Ahora estaba leyendo lo que había escrito y encontré esto. Gracias por el comentario nuevamente. Saludos y éxitos.
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