PEQUEÑAS COSAS. Una efectiva forma de salvar al mundo
A veces nos
cuesta identificar las cosas más valiosas para nosotros. Creemos muchas veces
que mientras más caras, grandes, impresionantes y lujosas son las cosas, estas
tienen un valor mayor que las que no lo son. Esto muchas veces nos limita a darle
suficiente importancia a esas pequeñas cosas que hacemos o que otros hacen.
En mi
primer año de derecho, una profesora organizó una actividad de recaudación de
regalos de navidad para los niños de un albergue ubicado a las afueras de la
ciudad. Cada sección tenía “asignado” un ahijado, a mi sección le tocó una niña
muy linda de 4 años. Es así como nos organizamos y compramos un regalo de
navidad para esta bebé. Lo mismo hicieron las otras secciones que veían clase
con dicha profesora, así como amigos y conocidos de ella.
El día de
nuestra visita, los niños esperaban ansiosos sus regalos, y felices recibían uno
a uno sus presentes; compartimos con ellos, jugamos, comimos, reímos, lloramos…
Ha sido de las mejores experiencias que he podido tener en mi vida. Eso me hizo
darme cuenta de lo valioso que era un pequeño gesto. Estos niños que quizá se sentían
olvidados, rechazados o simplemente tristes, pudieron ver al mundo con una
mejor perspectiva.
En una de
nuestras tantas pláticas, mi profesora recordó ese día como “aquel cuando
salvamos al mundo” Esta frase quedó rondando en mi cabeza de manera muy
intrigante porque no entendía como ese acto tan local y puntual, podría catalogarse
como “la salvación del mundo”. Luego lo comprendí.
Esas
pequeñas cosas que hacemos naturalmente, esos gestos, regalos, palabras,
sonrisas, abrazos… generan un cambio sustancial en nuestro entorno, sumamente
valioso, que puede transformar la manera de pensar y actuar tanto del emisor
como del receptor. Algunas veces, pensamos que estas acciones no son importantes, o que si no las hacemos
no pasa nada, y quizá sea cierto, puede que no pase nada; pero es mucho más
probable que, si las hacemos, pasen muchas cosas, cosas de las que nos sentiríamos
mejor, cosas que podrían salvar al mundo.
Esta
percepción mal concebida de que estas pequeñas cosas no causan un impacto en la
sociedad nos impide sentirnos valiosos y nos lleva a restarle méritos a nuestras
acciones. Si tan solo eliminamos ese estigma a las cosas pequeñas y empezamos a
imprimirle el verdadero valor que llevan en su esencia, nuestro entorno sería un lugar mejor, para luego serlo la sociedad
y, al final del día, el mundo.
Después de
eso ya no siento que mis acciones son insignificantes, al contrario, creo firmemente
que puedo seguir salvando al mundo. Lo más bonito y práctico de estas cosas es
que no necesitan publicidad o un marketing muy elaborado; en palabras de mi
amaba kelseniana: son cosas que no tienen como recompensa el reconocimiento,
sino la virtud que tienen aquellas cosas que se hacen en lo secreto y que el
Barbas suele recompensar.
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