LA PANTOMIMA ELECTORAL
EL JUICIO
Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El culpable era una persona muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo.
El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: “Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'. Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino”.
Por supuesto, el perverso funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “Culpable”. La víctima, aun sin conocer los detalles, se dio cuenta de que el sistema era una trampa.
Cuando el juez lo conminó a tomar uno de los papeles, el hombre respiró profundamente y permaneció en silencio unos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una sonrisa, tomó uno de los papeles, se lo metió a la boca y lo engulló rápidamente.
Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon. —Pero, ¿qué ha hecho? ¿Ahora cómo diablos vamos a saber el veredicto? —Es muy sencillo —replicó el hombre—. Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué.
Con refunfuños y una bronca muy mal disimulada, debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo.
“Por más difícil que se nos presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta el último momento. En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”. Albert Einstein.
LA PANTOMIMA ELECTORAL
Desde hace varios años, el gobierno de Chávez y, luego, de Maduro, han utilizado el sufragio como una expresión de democracia, ufanandose de un sistema incorrumptible, participaciones masivas y resultados siempre favorables. Esto le ha permitido al gobierno venezolano atornillarse en el poder por más de 20 años, legitimando sus acciones y desarrollando una atroz tiranía disfrazada de democracia.
En las últimas elecciones, la tendencia de fraude ha sido constante: las decisiones ya están tomadas, los cargos ya están ocupados, los retratos ya están enmaracados, los nombres ya están estampados en las curules y despachos gubernamentales... Solo hace falta "la pantomima electoral", demostrarle al mundo esta fiesta democrática y participativa, donde los ciudadanos salen a ejercer su derecho al voto de manera masiva y contundente...Sin embargo, la demagogia ya no es el método preferido por el gobierno venezolano para conseguir sus objetivos. La intimidación y la opresión se han convertido en su nueva estrategia de ataque. Me hace pensar que ya no les importa lo que digan o comenten sobre ellos, ya no les interesa su reputación ni su moral, ya es irrelevante que los tilden de alguna etiqueta peyorativa; lo único que importa es mantenerse en el poder a toda costa.
Recientemente, el número 2 del régimen, Diosdado - imagino que cuyo prefijo en su nombre le ha hecho creerse tal - ha utilizado la comida como instrumento de manipulación y, haciendo una caracterización de las mujeres obligando a sus familias a votar, les dice: "el que no vota, no come". Es una declaracación cargada de amenaza, que trata de introducir en la psique de la sociedad. En palabras de su camarada Stalin: "quien controla la comida, controla al pueblo y van a estar agradecidos de lo poco que le damos".
En otras elecciones anteriores, el tirano aseguró que estaría considerando premiar a los que salieran a votar con el carné de la patria porque eso era "dando y dando", y luego unos calificativos para disfrazarlo con la bandera de la democracia y la libertad.
Aunque ellos traten de disimular estas amenzas o manipulaciones de forma jocosa, es evidente su intención. Sin embargo, esto no ha sucedido nada más con la bancada de gobierno; al otro lado también han utilizado la manipulación con la bandera de la democracia y la libertad, como herramientas para mantener el mismo status quo.
El eterno presidente interino - que parece no entender el signficiado de la palabra "interino" - se ha paseado por calles capitalinas, abordando transportes públicos, promocionando su consulta popular e incentivando a la sociedad a participar en esta actividad.
No quiero decir que yo nunca he caido en estas manipulaciones. También apoyé la consulta popular realizada en el año 2017, y fui a votar con la esperanza en un cambio, posteé fotos en redes sociales porque me sentía vibrante por poder participar en ese proceso de cambio y reestructuración, pensando que sí se estaban logrando los objetivos. Luego también apoyé otros procesos como el gobierno interino y el programa de tres pasos: cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Bueno, nada más alejado a la realidad.
Ahora, la sociedad venezolana se encuentra inmersa nuevamente en esta ilusión orwelliana, incapaz de identificar estos acontecimientos cíclicos, que nos llevan al mismo punto de partida, sin ningún cambio, salvo la costante degradación de la sociedad venezolana.
La clave: cuestionamiento.
Si el sistema fuere tan democrático, legal y justo, ¿por qué los líderes tienen que valerse de amenazas, premios o promociones personales para que la sociedad participe?
¿Cuántas decepciones tenemos que atravesar para entender que seguir el mismo patrón para lograr un cambio no genera cambio alguno?
Si la tiranía de maduro no ha respetado decisiones de organismos internaciones, ¿qué diferencia tiene esta consulta popular a la del 2017?
Si el gobierno interino comenzó con una agenda de no cohabitación pero ha actuado en favor de ella, ¿por qué debo seguir creyendo en sus actividades de oxigenación al régimen?
Comencé este escrito con la historia de "El Juicio" porque creo que nos brinda una lección importante en relación a la forma de actuar cuando enfrentas sistemas evidentemente corruptos: la imaginación es más importante que el conocimiento. Seguir el juego sin ser parte de él, cerrar los ojos por unos instantes y pensar concienzudamente antes de regresar a la contienda.
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